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Unaparejade4 y UN CONEJO POR MASCOTA

Queremos dedicar este nuevo post a contaros nuestra experiencia con Olaf, nuestro conejito, como mascota.


Sofía es una amante empedernida de los animales desde bebé. Diariamente nos venía pidiendo una mascota y nosotros, por nuestro rítmo de vida y por ser conscientes de la responsabilidad que supone, no veíamos el momento. La pobre iba por la calle y a escondidas se acercaba a cada perrito, pajarito, hormiguita que veía....jejeje.
Un día, viendo que estaba en uno de sus momento de crisis de identidad (es pequeña pero tiene un carácter...), nos planteamos acudir a  tiendas de animales, buscar por internet, y estudiar  alguna posibilidad que se adaptase a nosotros. 
Evidentemente el perrito estaba descartado, ya que paramos muy poco en casa y el animal debe salir a la calle, al menos, tres veces al día.
Tampoco queríamos tener a nadie enjaulado, y fue entonces cuando descubrimos que los conejos pueden educarse para vivir en casa, sin necesidad de tenerlos encerrados en jaulas.
Así pues, acogimos a Olaf, una bolita  de 190 gramos con un mes de vida. Desde el primer día seguimos varias pautas que habíamos leído, y debemos decir que ¡Fue todo un acierto!.

Lógicamente el conejito se hacía pipí, así que comenzamos por acotarle una zona del salón. Con un pañuelo de papel, limpiábamos el suelo y directamente impregnábamos una cajita con material absorbente que le habíamos comprado. Con las caquitas igual, las echábamos en esa caja. En unos cinco o seis días Olaf ya no se hacía pipí ni caca fuera, e  iba a su "orinal" y lo hacía sobre el material absorbente.

Con el tema de morder cosas, lo que más le llamaba la atención eran los cables. ¡Qué peligro!. Hasta que no aprendió a "convivir" con ellos, no lo dejábamos nunca solo sin haberlos tapado, y simplemente bastó un ¡Shhh! rotundo cada vez que se acercaba a uno para que aprendiese que no se muerden. Ahora cuando estamos en casa campa a sus anchas por todos sitios, y cuando estamos fuera, por precaución, lo dejamos en la cocina donde tiene su bandeja, y puede correr y estar tranquilo y seguro hasta que volvamos.

Otra cuestión que nos llamó mucho la atención es que, aunque no lo necesitan, se pueden llevar a pasear a algún parque o jardín. Nosotros nos hicimos con un arnés especial y lo llevamos a la calle alguna vez, motivo por el cual la veterinaria le puso un par de vacunas, pero lo cierto es que no le gustó mucho y, aunque se hubiese acostumbrado de haberle insistido, tampoco quisimos hacerle pasar el mal rato. Él tiene su patio en casa al que sale cuando le apetece, y ahí sí que se siente seguro y juega, se moja, corre tras las pelotas...

Sus cuidados son sencillos: cepillado diario (al menos cuando muda), comida y agua fresca (heno, pienso opcional y un poco de verdura o fruta... y algún borde de pizza también...jejeje), visita al veterinario  una vez al año para revisión y, aunque no necesitan bañarse, nosotros en verano le damos algún baño con agua templada para limpiar sus patitas. 

En cuanto a lo demás,  es cierto que, de primeras, igual no son tan expresivos como un perrito, pero nuestro cariño ha hecho que sea capaz de venir cuando lo llamamos por su nombre, que aprenda normas en casa y que busque sus cariñitos acercándose a nosotros. 

Como todos los animales, necesitan su dedicación y afecto y es una responsabilidad por muchos años, pero es cierto que hemos descubierto en Olaf una alternativa que desconocíamos y que puede ser muy enriquecedora para familias como la nuestra.




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